(9) La Declaración del
Impuesto Sobre la Renta
Traducción de: Luis Del Alcázar
Fuente: Tema: “Declaración del Impuesto Sobre la Renta” (Experiencia del señor Hélio Fraga.Periodista en Belo Horizonte
“Es común observar cómo en nuestra sociedad actual, la vertiginosa y dinámica velocidad con que se vive el día a día, en muchas ocasiones genera que un padre o madre modernos, transcurran sus vidas angustiados y corriendo de un lado a otro en busca de un futuro y descuidando el ahora. En esa lucha, renuncian al presente. Es probable que de acuerdo con su tabla de valores personales, cada año presenten su declaración para el Impuesto Sobre la Renta, llenos de orgullo y satisfacción, debido a que cada nueva línea incrementada fue producto de mucho trabajo. Terrenos, casas, apartamentos, automóvil del año –todo eso costó días, semanas, meses de lucha. Si partiera de repente, ya cumplió su misión y no la dejará desamparada.
Para ir acumulando más líneas en su relación de bienes, muchos no se conforman con un solo empleo – de manera que es necesario tener dos o tres; usar sus fines de semana; llevar trabajo a su casa. Con tal de viajar, almuerza fuera, realiza reuniones, cumple una agenda- al final, él, o ella son ejecutivos dinámicos, que no pueden fallar.
Ese hombre o mujer se olvidan que la verdadera declaración de bienes, el valor que efectivamente cuenta, está en cierta parte del formulario del Impuesto Sobre la Renta – en aquellas modestas líneas, casi escondidas, donde se lee: “Relación de Dependientes”. Son los hijos que trajeron a este mundo, a quienes se debe dedicar lo mejor de su tiempo.
Los hijos, por demás sin mayor experiencia, no están interesados en propiedades o en aumentos de renta. Ellos solo quieren un padre o una madre para convivir, dialogar, divertirse. Los años pasan, y los niños crecen, y muchas veces este tipo de padres no perciben, porqué se entregaron de tal forma a la construcción de un futuro, en el que no participaron de esas pequeñas alegrías, ya que posiblemente no los llevó o los buscó en el colegio; nunca o muy pocas veces fue a una fiesta infantil; nunca tuvo tiempo para asistir a la coronación de su hija como Reina de su aula, etc. Ellos piensan que un ejecutivo no debe desviar su atención para esas tonterías. Esas son cosas para los desocupados.
Lamentablemente no son pocos los hijos huérfanos de padres vivos, porque están “abandonados” –el padre, por un lado, y la madre por el otro, es una familia desintegrada, sin amor, sin diálogo, y sin convivencia. Sin embargo, precisamente es esta convivencia, la que solidifica la fraternidad entre hermanos, abre el camino del corazón, elimina los problemas y resuelve las cosas en base al entendimiento. Existen hermanos creciendo como verdaderos extraños, que sólo se encuentran de paso por la casa, y para ver a los padres casi es preciso hacer una cita.
En mi caso, después de una dramática experiencia personal y familiar vivida, el mensaje que tengo que dar es: No existe tiempo mejor utilizado que aquel destinado a los hijos. De los 18 años que estuve casado, pase 18 absorbido por muchas tareas, envuelto en varias ocupaciones y totalmente entregado a un objetivo único y prioritario: construir un futuro para mis tres hijos y mi esposa. Eso me costó largos alejamientos de casa: viajes, pasantías, cursos, planificación del salario, madrugadas en el estudio de la televisión. Ahora estoy aquí con el resultado de tanto esfuerzo: construí un futuro, y penosamente no se qué hacer con él, después de la pérdida de Luis Octavio y Priscila.
¿De qué valió todo lo que acumulé, si esos hijos no están más aquí para aprovechar eso conmigo? Si el resultado de 30 años de trabajo fuese consumido por un incendio y, después de todo, no quedara nada más que cenizas, eso no tendría la menor importancia; ni provocaría la menor perturbación en nuestra vida, porque la escala de valores cambió y el dinero pasó a tener un peso mínimo y relativo en todo.
Si el dinero no fue capaz de comprar la cura de mi hijo amado que se drogó y murió, no fue capaz de evitar la fuga de mi pequeña hija, que se fue de la casa y se prostituyó y de ella no tengo más noticias, entonces, ¿para qué sirve? ¿Para ser esclavo de él?
Yo estaría más que feliz, si pudiera cambiar todas las líneas de la declaración de bienes por las dos únicas que tuve que retirar de la relación de dependientes: los nombres de Luis Octavio y Priscila. Y cómo dolió tener que retirar esas dos líneas de la declaración de 1992 - 1993. Luis Octavio murió a los 14 años y Priscila se fugó un mes antes de cumplir los 18”. Hélio Fraga
Reflexionando sobre lo anterior, podemos decir que si bien es cierto que una de las mayores crisis por la que atraviesa la humanidad en los actuales momentos, es el deterioro de la institución familiar, es a través de nuestros esfuerzos cotidianos que podemos convertir a nuestras familias en una fuente constante de valores humanos.
Por lo tanto, cada familia tiene la responsabilidad de crear sus propias circunstancias partiendo de una realidad particular y esforzarse por aprender juntos a: lograr construir su propia felicidad, distinguir el bien del mal, respetar a los demás, apoyarse mutuamente, ser solidarios con quien más sufre, compartir los buenos y también los malos ratos que la vida nos lleve a enfrentar. Naturalmente cada uno posee una misión particular, sin embargo como familia podemos “entretejer” verdaderos lazos humanos, que nos permitan ser más sensibles al sufrimiento de los demás, llevándonos a comprender y comprometernos en contribuir con el bienestar de los demás.
No es poco lo que se ha escrito acerca de que “la familia es el cimiento de la sociedad”. A menos que la familia sea sólida, no podrá haber prosperidad social. Y sin paz en la sociedad, la familia tampoco puede disfrutar de una verdadera felicidad. Podemos decir que esta ecuación también se aplica para lograr la paz del mundo.
Es esencial que los padres podamos trasmitir a nuestros hijos y nietos cualidades que fortalezcan su carácter y su fuerza espiritual, así como el coraje y la perseverancia para enfrentar cualquier adversidad. Por el contrario, si los padres no les trasmitimos estos principios fundamentales, en el análisis final, esto se debe a que en el fondo no poseemos verdadera convicción en ellos. Sin importar las circunstancias que tengamos que enfrentar, el propósito de nuestra vida debe basarse en que nuestros hijos se conviertan en auténticos seres humanos, ya que el triunfo de los hijos se convertirá en la victoria de los padres. Y esta realidad funciona en ambas direcciones.
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