Carta
a una amiga:
Apreciada “S” decidí escribirle para
compartir con Ud. desde estas líneas, algunas reflexiones acerca del tema
arriba mencionado. Tan solo pretendo compartir mis sentimientos de empatía con
Ud., ya que la partida de un ser querido no es para nada, fácil de “aceptar” y
menos de “comprender” profundamente. Sin embargo, recordemos que uno de los
sufrimientos en la vida es “separarse de los seres queridos”. Generalmente esto
lo aplicamos a la partida de esta existencia de un familiar, padre, madre, etc.
Pero también se puede aplicar a “dejar de ver” a las personas que amamos.
En el caso de nuestros hijos, cuando son
pequeños, los protegemos, los criamos, los educamos, los vemos desarrollarse, y
llega el momento en que tal vez escogen una profesión etc. Sin embargo, pocas
veces pasa por nuestra mente que en algún momento ellos “desplegarán sus
propias alas", para “volar en busca de sus propios sueños”, los cuales por
demás pienso, deberían también convertirse en nuestros propios sueños y así compartiríamos
mucho más el eterno vínculo que poseemos con ellos, como seres humanos. Y digo esto porque considero que la relación que mantenemos los hijos y los padres no se refieren solamente a
esta existencia, sino a la eternidad de la vida misma. Es decir tenemos un
vínculo muy profundo, difícil de comprender tan solo con nuestra propia mente.
En el reino animal existen muchísimos
ejemplos en donde una hembra alimenta a sus crías, y lo primero que les enseña
es a defenderse del medio ambiente, a alimentarse por sí mismos para luego
prepararlos para que ellos mismos remonten sus alas y sean fuertes por sí
mismos para enfrentar lo que les toque enfrentar en sus vidas.
En el caso de los seres humanos, se aplica el mismo principio,
es decir, nuestra misión es “lograr que
ellos sean felices de acuerdo a lo que decidan hacer”. Lo que importa no es
el lugar hacia donde se van, sino que ellos forjen sus propios valores basados
en el ejemplo que como padres y madres les pudimos transmitir cuando estuvieron
a nuestro lado y eso es algo que nos debe llenar de convicción y esperanza
constantemente.
Si tan solo pensamos:
“ellos van a estar mejor donde estén”, eso significa que “entendemos” con
nuestra mente, con nuestra inteligencia, por qué tuvieron que irse, pero cuando
aplicamos ese mismo pensamiento, y nuestros sentimientos surgen de lo profundo de
nuestro corazón, cuando nos esforzamos por su felicidad, el dolor de la
partida lo vamos convirtiendo en coraje, en fortaleza interior y llegaremos a “comprender
con el corazón” que la razón se encuentra en su "propia misión en la vida", que
solo les corresponde a ellos mismos realizar.
A propósito recibí de un amigo, el pensamiento del Dr. Daisaku Ikeda, filósofo, educador, poeta, quien escribió en relación a enfrentar en la vida todo tipo de problemas y dolencias. Él expresó: "Lo que importa es la manera como
desafiamos esos infortunios cuando ellos aparecen y también si no caemos en una
resignación pasiva. Lo que importa es el modo como superamos los obstáculos que
enfrentamos y también la forma como transformamos nuestro destino". Nuestra fortaleza interna emerge cuando nos enfrentamos a grandes retos en la vida.
Y mi amigo agregó en su carta: “Aprendí de mi padre que los hijos no son
de la gente: son del mundo”. Y este mensaje comenzó a fijarse en mi cerebro,
así que decidí ahondar más en sus palabras y aplicando este principio a la
vida cotidiana, pienso que los padres deberíamos apoyarlos con sabiduría y amor compasivo. Significa comprender que son nuestros hijos quienes nos ayudan a convertirnos en
mejores madres y padres, es decir en mejores seres humanos.
Pienso amiga, que aunque no
sea fácil superar el sufrimiento de la separación, si lo convertimos en un
factor que nos permita construir una mejor relación con nuestros hijos, cada vez más
profunda, basada en nuestro crecimiento, en nuestra decisión de apoyarlos con
nuestra vida, con todo el potencial que tenemos, el panorama se ampliará y una
luz de esperanza se creará en nuestros corazones.
Debemos crear nuevos horizontes,
pensar en “el reencuentro con ellos” y lo que disfrutaremos cuando nos veamos
de nuevo. Sólo nuestra decisión interna, activando el potencial que cada ser humano posee dentro de sí mismo, nos puede permitir lograr este coraje,
convirtiéndolo en una fuerza que nos impulse diariamente a apoyar a quien
tengamos al lado, a que sean felices y a transmitirles a nuestros
hijos que siempre podrán contar con nosotros, pase lo que pase.
Termino este mensaje diciéndole
que la “comprendo” totalmente, porque yo también enfrento la misma situación,
pero la estoy superando día a día construyendo nuevos sueños, nuevos ideales
por lograr. La apoyo completamente. Cuente conmigo como su amigo y compañero!!!
Me
despido con un fuerte abrazo. Luis Del Alcázar
Excelente escrito, muy apegado a la realidad humana, si como padres les damos a nuestro hijos todo nuestro apoyo, guía, fundamentos familiares y de hogar,si creemos en sus sueños y los convertimos en los nuestro, al momento de que estos despliegan sus alas, lo estaremos haciendo nosotros también
ResponderEliminarGracias Sr. LUCHO por haberse tomafo el tiempo de escribirle esto a alguien qie hoy apmica a mi. Gracias
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