de un padre con su hijo
Cortesía de Ricardo Coultas, mi amigo Argentino.
“Increíble. Cuánto hacía que no desayunaba con la primera luz del Sol. Meses invernales tomando mate en la oscuridad cerrada... Ahora que llega la primavera, estas horas se vuelven mucho más vitales, y da gusto levantarse temprano. Tengo frente a mis ojos una nota con la letra inconfundible de Leandro, mi hijo mayor.
Viejo, tengo que hacer un trabajo urgente para Sociales sobre “El coraje”. No tengo la más pálida idea de dónde sacar material. Ayúdame con esto, y te juro que por unos días voy a ser un hijo modelo. iGenio!
Lo de “genio” ¿será por mí o es la firma de él? Suspiro.
Me gusta que Leandro quiera hacer algo conmigo: en días pasados estuvimos medio distanciados. Tiene que haber tenido coraje para acercarse, aunque sea con una notita. Pongo manos a la obra para no defraudarlo.
Busco en mis apuntes y libros. Pienso en personas valerosas. Recuerdo una frase tremenda de Amelia Earhart, la gran mujer aviadora que superó los límites de su época. Ella decía: “El coraje es el precio que cobra la vida por conceder la paz. El alma que ignora el coraje nunca puede liberarse de las pequeñas cosas; no conoce la lívida soledad del miedo ni las cumbres montañosas donde la alegría punzante logra escuchar el sonido de las alas”.
Cuán cierto es... El coraje no significa desconocer el miedo, sino enfrentarlo hasta que a uno se le seca la garganta, y poder ir más allá. Cuántas veces, en momentos críticos, uno ha tenido que sentarse y reflexionar frente a sus terrores más íntimos, hasta refutarlos y obtener la libertad. Pienso que el proceso de construir la paz es el mismo para una persona que para una nación: sin coraje, uno vive en un constante malestar, por ser esclavo de sus miedos.
Encuentro otra frase impactante. La escribió una chica de la misma edad de Leandro: Anna Frank. “El que es feliz puede hacer feliz a los demás. El que tiene coraje y fe jamás morirá en el sufrimiento”. Pensando en la vida extraordinaria de esta adolescente, arrojada al pozo de la miseria humana, siento que estoy frente a la culminación del coraje. Porque hace falta tener valor de verdad para salir en busca de la bondad del hombre cuando uno está rodeado de la peor vileza. Fue ella quien dijo, quizá para hacemos llorar de emoción o de vergüenza ajena: “A pesar de todo, sigo creyendo que el ser humano es bueno en su interior”.
Anoto a otro coloso del pensamiento, Benjamín Franklin, él decía que “…el coraje, sin justicia, es débil”. Claro... Uno piensa en tantas personas violentas y autoritarias; tantos abusadores. Parece que en sus actos hay coraje. Pero esto es mera temeridad. El verdadero coraje, creo, está en buscar siempre la brújula de la verdad y la justicia para que el arrojo no cause sufrimiento a ningún ser humano. Y, ¿por qué no?, muchas veces la justicia es una motivación poderosa para extraer coraje.
A diario nos enfrentamos a un sinfín de situaciones adversas. Nadie puede escapar de ellas, por el contrario debemos enfrentarlas y vencerlas. Todo lo que estoy haciendo tiene que servir para que Leandro y los chicos vivan en un mundo mucho mejor.
Y aparece ante mí otra frase muy oportuna, de Andrew Jackson: “Un solo hombre de coraje es mayoría”.
El coraje es sinónimo de solidaridad humana. Ojala que Leandro pueda entender esto con su vida. Sin el valor de ir a confrontar el mal, no se puede sembrar la semilla del bien en la vida de nadie. La indiferencia es el rostro “Iight” de la cobardía, y le da de comer en la boca a la bestia del mal.
Suspiro. Me estoy poniendo un poco enardecido, y se me está yendo la hora. Ya se levantó su mamá, y ya la escucho haciendo empezando los quehaceres de la casa. Mejor la ayudo un poco, antes de irme al trabajo.
En el margen de la hoja, le dejo escritas unas líneas a Leandro:
Ve arreglándote con esto. Hoy llego a las once. Espérame despierto y lo terminamos juntos con una pizza.
Por mi parte, me doy por satisfecho con el hijo modelo que ya tengo.
Como verás, no tengo miedo de quererte y decírtelo. iGenio!
Poder “dialogar” sobre el coraje con un hijo... ¡Qué experiencia tan extraordinaria!” La historia que antecede, podría sucedernos a cualquiera de nosotros... Vale la pena reflexionar. ●
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