martes, 8 de septiembre de 2015

(7) El Cielo i el Infierno Internos

(7) El Cielo i el Infierno Internos 



Recientemente hemos leído que la saga de “La Guerra de las Galaxias” volverá a las pantallas, esta vez para verla con una excelente tecnología audiovisual, debido a los avances de la ciencia cinematográfica en este campo. 
Recuerdo que fue un 25 de mayo, cuando esta serie fue estrenada al público, desde el mundo del cine. Se dice que al utilizar la técnica de los efectos especiales que trataran de mostrar lugares inimaginables del vasto Universo, no se encontró un lugar que correspondiese fielmente a lo que muchos aún consideran que existe como “cielo”, y tampoco se descubrió algún lugar denominándolo específicamente como “infierno”.
Infierno es un término usado por diferentes religiones, mitologías y filosofías, representando el lugar donde residen los muertos, un lugar de gran sufrimiento y de condenación. El origen del término proviene del latín “infernum” que significa “las profundidades” o “mundo inferior”.
Basados en los principios religiosos que uno posea, existen diversas concepciones respecto al infierno, las cuales corresponden a las diferentes corrientes filosóficas. La idea de que el infierno es un lugar de condenación eterna, tal como se presenta hoy, no siempre fue así y aún no existe consenso definitivo al respecto. Recuerdo que en una oportunidad recibí un cuento popular para reflexionar, el cual me gustaría compartir con ustedes:
“La puerta entre nosotros y el cielo no podrá abrirse mientras que esté cerrada la que queda entre nosotros y el prójimo” (Jean Baptista Massillon, 1663-1742)

Se cuenta que cierto día un samurai, grande y fuerte, conocido por su carácter violento, fue en busca de un monje sabio, procurando respuestas a sus diversas dudas internas.
-Monje, le dijo el samurai con el deseo sincero de aprender, enséñame sobre el cielo y el infierno.
El monje de estatura pequeña y de contextura muy frágil, miró al 
bravo guerrero y, simulando desprecio, le dijo:
-Yo no podría enseñarle cosa alguna, usted está inmundo. Su mal olor es insoportable. Además, la hoja de su espada está oxidada. Usted es una vergüenza para los de su clase.
El samurai se enfureció. La sangre le subió al rostro y no pudo pronunciar palabra alguna, así de grande era su rabia. Empuñó su espada, la colocó sobre la cabeza del monje y se preparó para decapitarlo.

-“Allí comienza el infierno” le dijo el sabio calmadamente.
El samurai se quedó inmóvil. La sabiduría de aquel pequeño hombre lo había impresionado. Él había arriesgado su propia vida para enseñarle acerca del infierno.
El bravo guerrero bajó lentamente su espada y agradeció al monje por su valiosa enseñanza. El anciano sabio continuó en silencio. Pasado algún tiempo el samurai ya con una actitud más calmada, le pidió humildemente al monje que le perdonara el gesto infeliz.
Percibiendo que su pedido era sincero, el monje le dijo:
“Allí comienza el cielo”.
Para nosotros, queda una importante lección sobre el cielo o el infierno que podemos construir en nuestra propia interioridad, ya que tanto el cielo como el infierno, son estados de la vida, que nosotros mismos elegimos en nuestro día a día. 
Si reflexionamos, a cada instante somos impelidos a adoptar decisiones que definirán el inicio del cielo o el comienzo del infierno. Es como si todos fuéramos portadores de una caja invisible, donde hubiese herramientas y materiales de primeros auxilios. Frente a una situación inesperada, podemos abrirla y echar mano de cualquier objeto de su interior. Así, cuando alguien nos ofende, podemos levantar un martillo de ira o usar un bálsamo de tolerancia. 
Visitados por la calumnia, podemos usar un machete filoso o 
una gasa de auto-confianza. Cuando la injuria toca nuestra puerta, podemos usar un cuchillo de venganza o un aceite de la tolerancia activa y el respeto a la diversidad humana. 
Frente a una enfermedad ines-perada podemos echar mano de un ácido disolvente de indignación o empuñar el escudo de la confianza. Ante la partida de un ser querido, bajo los brazos de la muerte inevitable, podemos optar por el puñal de la desesperanza o por la llave de la sabiduría.
En fin, sorprendidos por las más diversas e infelices situaciones, podremos siempre optar por abrir abismos de incomprensión o extender un puente de diálogo que nos posibilite lograr una solución feliz. La decisión siempre dependerá de nosotros mismos. Es nuestra voluntad la que decidirá sobre nuestro estado de vida interno. Por lo tanto, crear cielos o infiernos dentro de nuestra propia vida, es algo que nadie podrá hacer por nosotros. Solo cada uno de nosotros podremos crear la diferencia.

Traducción de Luis Del Alcázar 

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