Adaptación: por Luis Del Alcázar
Un hombre fue llamado a una
playa para pintar un barco. Trajo con él pintura y pinceles, brochas, y comenzó
a pintar el barco de un rojo brillante, tal como había sido contratado para
hacerlo.
Mientras pintaba, percibió que
la pintura se estaba pasando hacia el fondo del barco. Percibió que había un
agujero, y decidió repararlo. Cuando terminó de pintar, recibió su dinero y se
fue.
Al día siguiente, el
propietario del barco lo fue a buscar y le regaló una muy buena suma en cheque.
El pintor quedó sorprendido:
- Usted ayer ya me pagó por
la pintura del barco - dijo él.
- Pero esto no es por el
trabajo de pintura. Es por haber arreglado el agujero que había en el casco del
barco.
- Fue un servicio tan pequeño
que no quise cobrarle.
- Mi
preciado amigo, usted no comprende.
- Déjeme contarle lo que sucedió.
- Cuando le pedí a usted que pintase el barco,
me olvidé de mencionar el agujero en el casco. Cuando la pintura del barco se
secó, mis hijos lo tomaron y salieron para una pesca en el mar.
Yo no estaba en casa en aquel
momento. Cuando volví y noté que habían salido con el barco, me desesperé, pues
me acordé que el barco tenía un agujero en el casco.
Imagine mi alivio y alegría
cuando los ví regresando sanos y salvos. Entonces, examiné el barco y constaté
¡que usted lo había arreglado!
¿Se
da cuenta ahora, de lo que hizo?
¡Usted Salvó la vida de mis hijos! No tengo dinero suficiente
para pagarle por su “pequeña” buena acción...
“No importa para quien...
Cuando...
De qué manera...
Ayude... Ampare...
Enjuague las lágrimas...
O disminuya las penas de
alguien...
Siempre podemos hacer algo por
la felicidad de los demás!”
¿No lo cree así, amigo
lector….?